VIDA MIA
Nací en una época textil muy distinta a la actual. Crecí en los 80´s, cuando los closets eran grandes, aunque el mío sólo contenía menos de un cuarto de ropa y el resto alcanzaba para guardar lo inimaginable. Comprarse una tenida al año ya era bastante. Había que arreglárselas con esos tesoros acumulados año a año, alguna ropa heredada, el intercambio con amigas o hermanas, y algún eventual préstamo de la madre.
Yo tuve mucha suerte. Mi padre no temía al ridículo y cada cierto rato llegaba con algunas prendas compradas en una incipiente ropa americana de aquellos años, principalmente de los 70’s. Por otro lado, mi madre tenía máquina de coser y mucha paciencia, por lo que cada cierto tiempo me premiaba con algún modelito que sacábamos de revistas Burda. Ahí comienza otra historia, para encontrar un “género” adecuado, revisar el baúl de los tesoros escondidos de la madre; poder ir a elegir alguno a esas grandes sastrerías con cualidad casi de museo donde extendían ante ti, como mercaderes, piezas de telas nobles, o visitar la tienda del barrio donde había variedad de coloridas telas de industria nacional.
En ese reino de la nostalgia hacer una prenda era un proyecto lento y soñado. Desde elegir el modelo, buscar la tela, calcar el molde desde un mapa misterioso y esperar lo que no siempre resultaba como imaginabas, pero hacía crecer cada vez más el anhelo de crear. De ahí a descubrir la modista y las telas por kilo, fue un suspiro, en unos 80´s donde las temporadas no eran tema, la moda duraba años y se demoraba otros tantos en llegar a Chile y más aun a regiones, donde yo vivía.
A comienzos de los 90’s, ya salida del colegio, amplié mis horizontes. Venir a Santiago y pasar días completos cajoneando en Bandera fue el inicio de la pasión total por el textil. No exagero al decir que encontré verdaderas maravillas: abrigos ingleses de cashmere, faldas de lana escocesas hasta el suelo, pantalones de marinero francés, pintoras de los 70’s, y un sinfín de estilos y texturas que no conocía hasta ese entonces.
No podría decir que era fashionista, simplemente buscaba una identidad, y en ese camino fui avanzando de manera natural en adaptar, rescatar, intervenir, transformar y hacer únicas y nuevas las prendas encontradas. Afiné la vista para encontrar lo que buscaba entre cerros de ropa, para detectar maravillas en prendas sucias o arrugadísimas. Amplié mi recorrido al persa Biobío, me hice de una overlock comprada en la Fisa, más la máquina de mi madre... Navegaba sin ponerle nombre, hace casi 30 años, por aguas del upcycling, recycling, one of a kind, slow fashion, los que hoy son conceptos que se valoran y resignifican.
No había cómo definir mi estilo en las tribus urbanas de esos años. No era punky ni hippie ni new wave ni trasher; tampoco fui techno. Era un poco de todo y mucho de mí. Mi ropa era simplemente MIA, y por ahí descubrí que podía ser un medio para volar más alto y más lejos, así que comencé a hacer pequeñas colecciones que vendía en el verano en Tongoy o en mi Viña querida. Escarbaba en cuanta kilotela existía para encontrar viscosas o algodones con los primeros metros de prueba de estampados. Lo que para otros era fallado para mí era único; eso mezclado con retazos de prendas de Bandera, un par de chablones de serigrafía con mil figuras y tres o cuatro moldes adaptables a cualquier cuerpo. Ahí estuvo el inicio de mi Slow Dream.
Como el mundo es una galaxia cuando se es joven, probé con mil técnicas y oficios. Soñaba lejos y volaba alto.
Para aterrizarme en esta tierra, mi padre me propuso que estudiara una carrera universitaria antes de volar del todo. Ese fue otro mundo, y otras posibilidades que derivaron en trabajar en los últimos estertores de una industria textil nacional y, allí, vivir desde dentro la transición del Hecho en Chile al Made in China. Eso me llevó a viajar, a conocer varios países, otros continentes cunas de la moda y a volar hasta la misma China. Así hasta la saturación del retail y un fast fashion que pude palpar desde muy cerca.
Hoy, desde otra mirada, siento que vuelvo al origen, a recordar (volver a pasar por el corazón) y profundizar en los RE: Reconstruir, remendar, reciclar, reunir, repetir, recuperar, resignificar, revalorar, revelar… Reversible.
En este siglo el tiempo es otro y pasa muy rápido. Antes de que pase del todo, quiero volver ahí donde corre intenso y lento.
Makmia es mi planeta textil; te invito.